Hoy me levanté a las 5:00 a.m., mi hijo de 6 años estaba durmiendo como un lirón en su cama, lo tapé y pensé en que era muy temprano para levantarlo aún. Di una última vista a las tareas para entregar en el colegio, firmé la libreta, preparé la lonchera, puse a trabajar la lavadora de ropa, lavé unos platos del fregadero de la noche anterior, ordené el comedor y la cocina, preparé almuerzo y desayuno, tendí la cama, escogí la ropa para usar ese día, planché el uniforme del peque y lustré los zapatos.
Después de 5 intentos por despertar al dormilón, logré meterlo al baño. Se sentó a desayunar advertido que no se ensuciara. Ahh, olvidaba el jarabe para la tos, una cucharadita. Luego se lavó los dientes después de una pelea por la crema que le apliqué en la carita. Jugó un rato mientras yo lavaba los platos del desayuno, tendía la ropa de la lavadora. Ups! En 10 min. debía salir al colegio y luego a la oficina. Me bañé y arreglé, cambié 3 veces de blusa y una vez de zapatos, maquillaje y perfume en el bolso las llaves de la casa, Dónde están las llaves de la oficina?
De camino al trabajo, aniversario de la oficina, visita de nuestra sede regional, reservas de hoteles, día de la secretaria? Sí, todo listo! Ahh, ensayo del coro en la iglesia hoy en la noche! De pronto recordé que debía entregar un artículo para una revista digital hoy mismo. Dios mío! El tema: La madre como agente de enseñanza de valores y buenos hábitos de vida.
Escribiendo esto, recordé que no le dije al peque que lo amaba antes de irse, o al despertarse o mientras comía o mientras amarraba sus zapatos. Tuve muchas oportunidades de hacerlo esta mañana, pero por el afán diario, simplemente no lo hice. Tal vez creí que la lectura nocturna de los cuentos o la meditación antes de irse a dormir era suficiente o que si no le falta nada material, estaría bien.
Hay muchas madres como yo, que nos afanamos por cubrir cada aspecto en nuestros diferentes roles que nos olvidamos de nuestro rol más importante: ser madre. Nos afanamos en nuestras actividades que nuestros pequeños disfruten de salud mental, de un buen desarrollo social, que aprendan a ser buenos ciudadanos y otras cosas. Hemos escuchado que donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón, entonces, llegamos a un callejón sin salida con esta pregunta: Será que lo estoy haciendo bien?
La respuesta es sencilla, si nuestros hijos están en nuestro corazón y éste a su vez está en paz y lleno de felicidad, nuestros hijos tendrán esa herencia. Luego, cuando ellos tomen sus propias decisiones lo harán dictados por el corazón lleno de alegría y pensando en esa mujer que se levantaba a las 5 de la mañana.
Feliz mes de las madres a todas las que comparten conmigo este gran privilegio.
Colaboración: Jeannette Posadas, ejecutiva asistente en procesos de desarrollo comunitario. |